“No daré sueño a mis ojos, Ni a mis párpados adormecimiento, Hasta que halle lugar para Jehová, Morada para el Fuerte de Jacob. He aquí en Efrata lo oímos; Lo hallamos en los campos del bosque.”
Salmos 132:4-6 RVR1960
Predicar el evangelio es como traer una gran lámpara a la vida de alguien. Esa luz expulsa toda tristeza, opresión y enfermedades.
Como la noche de la Pascua, cuando la sangre del cordero fue aplicada al exterior de la puerta, ningún mal podía entrar. Una vez que una casa es un faro, ningún mal puede entrar en esa casa. Dios no descansará ni dormirá hasta que encuentre a todos los que le permitan entrar.
Somos el nuevo tabernáculo, Su pueblo. Dios honra el esfuerzo por salvar a Su pueblo. Él ama a Su pueblo y quiere que nosotros también los amemos.
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