S. Juan 12:3
“Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjuagó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.”
Cuando tomamos un momento, una hora o un esfuerzo para ir a la cruz enfrente de los pies de Jesús, le dices y pides tu petición a Dios de corazón, Él va a mirar que tus lágrimas, tu querer,
tu llorar sea una fragancia de sacrificio al Señor.
El Señor oye cada palabra que dices, cada petición, cada lágrima Él la guarda, no la ignora porque es importante para Él, porque te ama.
Como la historia de esta mujer, su angustia era grande, pero su amor y humildad por Dios era más grande y Dios murió grandemente.
Así es Dios con nosotros, podemos mover su corazón.
Hoy vamos a mover el corazón de Dios, porque nada es de nosotros.
Amén.