1 Juan 4: 13-18
“Así es como sabemos que estamos viviendo de manera constante y profunda en él, y él en nosotros: nos ha dado la vida de su vida, de su propio Espíritu. Además, hemos visto por nosotros mismos y continuamos declarando abiertamente que el Padre envió a su Hijo como Salvador del mundo. Todos los que confiesan que Jesús es el Hijo de Dios participan continuamente en una relación íntima con Dios. Lo sabemos muy bien, lo hemos acogido de corazón y alma, este amor que viene de Dios.
Dios es amor. Cuando tomamos residencia permanente en una vida de amor, vivimos en Dios y Dios vive en nosotros. De esta manera, el amor tiene el control de la casa, se convierte en nuestro hogar y madura en nosotros, de modo que no nos preocupemos en el Día del Juicio: nuestra posición en el mundo es idéntica a la de Cristo. No hay lugar en el amor para el miedo. El amor bien formado elimina el miedo. Dado que el miedo es paralizante, una vida temerosa (miedo a la muerte, miedo al juicio) aún no se ha formado completamente en el amor”